Las personas prefieren envejecer en su casa, en un ambiente familiar y rodeadas – en la medida de lo posible – de sus pertenencias y seres queridos. Este deseo de envejecer en casa no es simplemente una preferencia personal. La Organización Mundial de la Salud resalta que el lugar en donde se envejece tiene impactos importantes sobre la salud de las personas: el hacerlo en un lugar conocido aumenta los niveles de confianza, independencia, y autonomía.
Atendiendo a esta realidad, muchos países han venido rediseñando sus sistemas y servicios de atención a la dependencia para incentivar el uso de servicios de apoyo en el domicilio. Estos son servicios personales que brindan ayuda a las personas con dependencia funcional en la realización de sus actividades diarias, con el objetivo de permitirles permanecer en su propio hogar, con el máximo nivel de autonomía, durante el mayor tiempo posible.
Además de respetar las preferencias de los adultos mayores – e impactar positivamente sobre su salud – los servicios de apoyo domiciliario tienen otras dos grandes ventajas. Primero, constituyen un alivio de las responsabilidades de cuidados para los cuidadores familiares, liberándolos de tiempo para el trabajo remunerado o el ocio, e impactando positivamente sobre su bienestar físico y emocional. Segundo, implican ahorros para el sistema en comparación con la alternativa de la institucionalización, salvo en los casos de dependencia extrema donde la necesidad constante de cuidados puede llevar a que la asistencia a domicilio resulte demasiado cara.
Las actividades incluidas en los servicios de apoyo domiciliario difieren entre países. Los llamados cuidados personales – referidos a la realización de actividades básicas de la vida diaria, como la higiene personal, el comer, o vestirse – están siempre incluidos, pero a veces se incluye, además, la ayuda con actividades instrumentales, como los quehaceres del hogar e incluso el traslado de las personas en situación de dependencia, o su interacción con el entorno, como acompañarlos al médico u otras actividades sociales. También se pueden incluir servicios que, si bien no involucran directamente a un asistente personal, incentivan y ayudan a la permanencia en el hogar; por ejemplo, adaptaciones a la vivienda, servicios de comida a domicilio, o teleasistencia.
Independientemente de los servicios que se incluyan y su forma de provisión, la mayoría de los países incentivan, de una forma u otra, el uso de este tipo de servicios en lugar de servicios de cuidados más intensivos, como los residenciales. A veces, incluso, se establecen niveles de copagos diferenciales de menor cuantía, para el caso de los servicios domiciliarios en comparación con los aplicables a los cuidados residenciales.
Los servicios de atención domiciliarias no están exentos de desafíos. Uno de los principales tiene que ver con el aseguramiento de la calidad, que es más difícil en el caso de un servicio que se brinda en el hogar que en el caso de los servicios institucionales. Para esto, tal como se explica en la publicación Envejecer con Cuidado la principal herramienta es apostar a la formación y acreditación de los recursos humanos del sector. Este es un factor crucial: la tarea de cuidados no es para cualquiera; requiere una buena dosis de habilidades personales, como paciencia, organización, trato personal, así como habilidades más técnicas, como saber mover/manipular a una persona con problemas serios de movilidad, estrategias para cuidar a una persona con Alzheimer, etc. La formalización de la calificación apunta no solo a asegurar la calidad de los servicios, sino también, a dar visibilidad y valorización una tarea que ha sido tradicionalmente considerada como poco calificada.
Fuente: blogs.iadb.org